lunes, 27 de junio de 2016

EL OPUS DEI, CONTRARIO A LA ESPIRITUALIDAD TRADICIONAL

La señorita María del Carmen Tapia, una antigua miembro de alto rango en el Opus Dei, fue la secretaria y asistente personal que José María Escriba y Albás (o “San” Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer, III Marqués de Peralta) “pescó” para seguirlo en todo momento y recoger todas sus palabras. Su justificación, de acuerdo a Tapia, fue que él (Mons. Escriba) pensaba que era un error que la gente que estuvo alrededor de ciertos Santos en el pasado no transcribiera las declaraciones que esos Santos le daban a los otros para su lectura en el futuro. Pero dejemos que ella misma nos lo relate:
«Monseñor Escrivá nos indicó (a María Luisa Moreno de Vega y a mí) también otro día en secretaría que fuéramos apuntando las cosas que él dijera “porque servirían para la posteridad”. Y de hecho fue algo que siempre hice durante todos los años que estuve en Roma, pero especialmente hasta que se formó el gobierno central en Villa Sacchetti.
  
Esto que lo consideraba yo como una prueba de confianza, no se me pasaba por la cabeza que era la preparación personal que monseñor Escrivá empezaba a hacer para ir construyendo su propio altar. Y aquello eran solamente barruntos de lo que le oí decir más adelante, como “vengo de estar sentado en mi tumba, hijas mías. Pocas personas tienen ese privilegio”».
  
(Es de saber que Escriba lógicamente debía estar pensándose como si estuviera en camino de santidad o muy posiblemente se creía un “santo viviente”, sólo por “contratar” una cronista en la srta. Tapia. Este despiegue de vanidad presuntuosa es la antítesis de la humildad y el pensamiento monástico en general -y el Carmelita en particular-, que enseña que el fundamento de la vida espiritual es la firme convicción de que tú eres nada y Dios es el Todo que en todo debe bastarnos). Escriba tenía a las monjas como tontas, María del Carmen Tapia lo recuerda (no sabemos si lo de “Sor Lucía de Portugal” refería a Sor Lucía de Fátima o a la impostora Lucía de Coímbra, pero igual, el relato no tiene desperdicio):
«A propósito de esto, monseñor Escrivá nos dijo que “las monjas eran tontas”, agregando que a la única monja que él visitaba era a sor Lucía de Portugal, “no porque haya visto a la Virgen, sino porque nos quiere mucho”. Y generalmente, añadía: “Es un poco tontucia, pero una buena mujer”.
También contó monseñor Escrivá, una de esas tardes, que sor Lucía de Portugal le había dicho en una ocasión: “Don José María, usted con lo suyo y yo con lo mío también nos podemos ir al infierno”».
   
En su libro Tras el Umbral. Una vida en el Opus Dei (Continuum Publishing Co., 1999), que es una exposición de los años de formación del Opus Dei, la srta. Tapia documenta que Escriba le prohibió a los miembros del Opus Dei los escritos de San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia y cooperador con Santa Teresa en la fundación de los Padres Carmelitas Descalzos.
    
Este “ataque contra lo sobrenatural” comandado por Escriba, aporta aún más evidencia de su agenda totalmente liberal y anticatólica bajo la fachada de un canónigo conservador. Tras una madura reflexión es claro el por qué de tan absurda ordenanza dada por Monseñor Escriba a los miembros del Opus Dei (incluso, Ediciones RIALP, la editorial oficial del Opus, no ofrece en sus existencias ninguno de los escritos de San Juan de la Cruz). San Juan de la Cruz, quien es recordado como el mayor escritor místico de todos, enseñaba la negación de sí mismo, el desarraigarse del mundo y el amor a la pobreza evangélica (en una palabra, enseñaba el camino a la Santidad). Escriba, al contrario, enseña el autopromocionarse, la mundanidad y el amor a la suntuosidad desenfrenada (en una palabra, el camino al Infierno).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.