miércoles, 8 de julio de 2015

DE POR QUÉ EL NOMBRE DE SAN JOSÉ NO APARECE EN EL CÁNON DE LA MISA TRADICIONAL

Advertimos al lector que con este artículo NO PRETENDEMOS DE NINGUNA MANERA ATACAR LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ (que es, después de la devoción a Nuestro Señor y a María Santísima, la más excelente y recomendada por los santos y los Papas), sino DENUNCIAR CÓMO LOS MODERNISTAS QUISIERON VALERSE DE ÉL PARA ATACAR EL BIMILENARIO CANON DE LA MISA TRADICIONAL.
   

Algunos Católicos ignorantes y proto-modernistas estuvieron intentando presionar la adición del nombre de San José al Sagrado Canon de la Misa en la segunda mitad del siglo XIX (aunque ya desde 1815 se reportan ciertas peticiones al respecto, y fueron denegadas por el Papa Pío VII el 16 de Septiembre de ese año mediante el decreto “Pia devotióne moti”), cuando el culto de San José experimentó un gran crecimiento. En esencia ellos sostenían que los Apóstoles dejaron algo fuera de la verdadera Misa de Cristo, a veces llamada la Misa de San Pedro, la Misa Latina Tradicional. En esa oportunidad, el Papa Pío IX les dio la respuesta correcta que un Papa Católico les podía dar, siguiendo la Tradición Apostólica: «Sólo soy el Papa. ¿Qué poder tendría yo para tocar el Canon?».
    
Su sucesor, el Papa León XIII, fue un gran devoto de San José, y en 1892 tildó de abominación cualquier cambio al Sagrado Canon, citando la Tradición de la Iglesia que el Canon Apostólico no se debe tocar. Nuevamente, en 1908, una petición fue firmada por más de 900 prelados pidiendo específicamente que «el venerable nombre de José, como Supremo Patrono de la Iglesia Católica, sea invocado después de la Madre de Dios, en el Confíteor, el Ofertorio, el Canon y la Comunión de la Misa». A pesar del número y prominencia de los peticionarios, y de 31 “tesis teológicas confirmadas” en esta petición, el Papa San Pío X se rehusó categóricamente a violar la Sagrada Tradición.
   
Pío IX actuó en forma Católica. Él extendió a la universalidad de la Iglesia Católica la fiesta del Patronato de San José el 10 de Septiembre de 1847 por el decreto “Ínclytus Patriárcha Joseph”, y el 8 de Diciembre de 1870, declaró solemnemente con el decreto “Quemadmódum Deus” que San José es el Patrono de la Iglesia Católica y elevó su fiesta del 19 de Marzo al rango de Doble de Primera Clase (pero sin Octava, por causa de estar dentro de la Cuaresma). Pero nunca se atrevió a modificar el Sagrado Canon.
   
Fue el Antipapa Roncalli/Juan XXIII bis quien, con el decreto “Novis hisce tempóribus” del 13 de Noviembre de 1962, violó la Tradición Apostólica y el Sagrado Canon Apostólico añadiendo el nombre de San José a la Misa de 1962 ideada por el modernista y masón Anníbale Bugnini (sí, la misma que Ratzinger/Benedicto llama con el erróneamente teológíco término de “Extraordinaria”). Esa Misa corrompida se ha convertido en la “Forma Extraordinaria” de la Misa de la Iglesia Conciliar, simulada inválidamente no por sacerdotes Católicos ordenados con el Rito Tradicional por obispos Católicos tradicionales, sino por presbíteros Novus Ordo “instalados” con el Rito Montiniano por obispos inválidos e ilegítimos. Y no lo hizo por su devoción personal (como repiten muchos historiadores y sus hagiógrafos), sino como monumento de haberlo erigido como Patrono del Concilio.
  
Pero hubo otro motivo también: fue el resultado de un enfado que Roncalli tuvo tres días antes. In illo témpore, sucedió que, mientras se discutía el primer esquema del documento sobre la Liturgia, Mons. Petar Čule Šarac, obispo de Mostar-Duvno (Bosnia-Herzegovina, que entonces era parte de Yugoslavia) había dado un discurso en el que pedía que el nombre de San José fuese incluido en el Canon de la Misa, pero estuvo tan nervioso y temblando (producto de las torturas que había sufrido en la cárcel donde lo arrojó el régimen comunista del mariscal Tito) que el cardenal Ernesto Ruffini Gentilini lo interrumpió diciendo: «Le pido que por favor concluya su muy piadoso sermón. Yo estoy muy seguro que todos somos devotos de San José, y esperamos que haya muchos santos en Yugoslavia», provocando la risa en el aula conciliar. Roncalli, que seguía las sesiones mediante circuito cerrado de televisión, se enojó y tres días después, promulgó el decreto anteriormente reseñado.
   
Decreto “Novis hisce tempóribus” (13 de Noviembre de 1962), insertando el nombre de San José en el Canon (Acta Apostólicæ Sedis LVIII año 1962, pág. 873).
   
Communicántes en el Misal Carmelitano descalzo (edición de 1950), con la adición del nombre de San José en fecha posterior.
  
Más recientemente, el 19 de Junio de 2013, por iniciativa del Antipapa Benedicto XVI (y su sucesor, Francisco Bergoglio, quien finalmente lo decretó), la conciliar Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos aprobó con el decreto “Patérnas vices” extender la invocación del nombre de San José a los otros cánones de la Misa Novus Ordo de 1969 (la que, en oposición a su antecesor inmediato, se llama “Forma Ordinaria”), presidida por presbíteros Novus Ordo “instalados” con el Rito Montiniano por obispos inválidos e ilegítimos “instalados” a su vez con el mismo ceremonial. De todos modos, esto es una prueba más de que el Novus Ordo Missæ es NULO E INACEPTABLE ante Dios, ya que cada quien le añade, le quita y le modifica ad líbitum (a su gusto).
    


Pudiera uno preguntarse ¿Por qué el nombre de San José no era parte de la Misa Tradicional en los tiempos Apostólicos? La respuesta es obvia: San José es el último Patriarca del Antiguo Testamento. Él no vivió para ver la muerte de Nuestro Señor en la Cruz (que es el punto inicial del Nuevo Testamento). Por eso, en la Letanía de los Santos, se lo menciona después de San Juan Bautista:
℣. Sancte Joánnes Baptísta.
℟. Ora pro nobis.
℣. Sancte Joseph.
℟. Ora pro nobis.
℣. Omnes sancti Patriárchæ et Prophétæ.
℟. Oráte pro nobis.
   
En la oración Communicántes de la Misa Tradicional, después de la Bienaventurada Virgen María (que estuvo presente al pie de la Cruz), se invoca a los Apóstoles y a otros doce santos mártires, así:
«Communicántes, et memóriam venerántes, in primis gloriósæ semper Vírginis Maríæ, Genetrícis Dei et Dómini nostri Jesu Christi: sed et beatórum Apostolórum ac Mártyrum tuórum, Petri et Pauli, Andréæ, Jacóbi, Joánnis, Thomæ, Jacóbi, Philíppi, Bartholomǽi, Matthǽi, Simónis et Thaddǽi: Lini, Cleti, Cleméntis, Xysti, Cornélii, Cypriáni, Lauréntii, Chrysógoni, Joánnis et Pauli, Cosmæ et Damiáni: et ómnium Sanctórum tuórum; quorum méritis precibúsque concédas, ut in ómnibus protectiónis tuæ muniámur auxílio. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. Amen».
Que traduce:
«Unidos por la comunión de los Santos y honrando primeramente, la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, Señor y Dios nuestro, y la de tus bienaventurados Apóstoles y Mártires: Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo, Lino, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y de todos tus Santos; te pedimos, por sus méritos e intercesión, nos concedas ser fortalecidos en todo con el auxilio de tu protección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén».
Todos los santos mencionados en la oración arriba citada tienen en común que todos fueron mártires, todos murieron antes de terminar el siglo IV, y todos fueron especialmente venerados en Roma. A la Santísima Virgen, aun cuando en la realidad no murió como mártir (y no podía morir en manera alguna, desde luego), se le da el título de Reina de Mártires, ya que siete espadas dolorosas atravesaron su corazón (y como enseñan Dionisio Cartujano, Pelbarto de Temesvár, Ambrosio Catarino y Santo Tomás de Aquino, basta para adquirir la palma del martirio obedecer ofreciéndose a sufrir por Cristo y su Iglesia un dolor capaz de causar la muerte –aunque ésta no se dé–). San José, en cambio, no fue mártir, por tanto, la Iglesia no lo colocó en el Canon.

Reiteramos que DE NINGUNA MANERA ESTAMOS ATACANDO LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ (que es, después de la devoción a Nuestro Señor y a María Santísima, la más excelente y recomendada por los santos y los Papas), sino que DENUNCIAMOS CÓMO LOS MODERNISTAS QUISIERON VALERSE DE ÉL PARA ATACAR EL BIMILENARIO CANON DE LA MISA TRADICIONAL.

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