lunes, 11 de abril de 2011

PILATO NO ES CULPABLE DE LA MUERTE DE CRISTO

Desde Crónica del Fin de los Tiempos

Hace ya muchos lustros que el sionismo viene reclutando mercenarios entre escritores, periodistas, guionistas y directores de películas para que hagan un nuevo proceso de Jesús de Nazaret en la que aparezca Pilato como el único personaje siniestro y taimado que tenía interés en condenar al Profeta de Galilea y deshacerse de Él, pero eso sí, haciendo culpables a los judíos. ¿Estos?... ¡Si eran unos mansos corderos, unos santurrones incapaces de romper un plato! ¡Pero si mejor lo defendieron en el proceso, pero nada pudieron ante el potente Gobernador romano! He visto tres obras y dos films en este sentido, incluso se han dado por televisión. 

Pilato, si bien oficializó la condena a muerte a Jesús, es menos culpable que los judíos
Pero la historia nos dice que fue totalmente lo contrario:


Ya San Juan, en el capítulo XIX, versículo 12, es bien explícito: "Desde entonces Pilato buscaba como liberar a Jesús...", y San Mateo dice que nada más que comenzar el proceso recibió un mensaje de su esposa Prócula que le decía: "No te mezcles en los asuntos de éste Justo, pues esta noche he padecido mucho en sueños por su causa". Así que para sacudirse la responsabilidad lo envía a Herodes, pero éste se lo devuelve visiblemente despechado. Y el Gobernador prueba de nuevo: "¿A quién queréis que os suelte a Jesús o a Barrabás?" que, según San Juan, era un criminal y un bandolero. Los judíos responden: "¡a Barrabás! Entonces -prosigue Pilato- ¿qué he de hacer con Jesús, llamado el Cristo? Y ellos responden: ¡crucifícale! ¡crucifícale!"  Pero ¿que mal ha hecho? -les pregunta-. Y ellos responden: " Si no fuese un delincuente no te lo hubiésemos traído". Pero el Gobernador declara que no halla en Él ningún delito y porfía: ¿pero que clase de mal? ¡explicadmelo! Y los judíos continúan: "Nosotros le hemos juzgado ya y, según nuestra Ley, debe morir".

Los mismos judíos reconocieron ante Pilato haber juzgado y condenado a muerte a Jesús
 
¡Ah! ¿Le habéis juzgado ya y le habéis condenado a muerte? Entonces ¿cómo tenéis el cinismo, dos mil años después, de hacer falsear la Historia, diciendo que el que tenía interés en deshacerse de Él y, por tanto, el único culpable de su muerte era el Gobernador romano? ¿A quién queréis engañar ahora? En verdad que sois maestros en tirar la piedra y en esconder la mano, porque siguiendo el proceso Pilato sigue preguntándoles: "¿A vuestro Rey he de crucificar?"  Y la respuesta fue: No tenemos otro rey más que al César y añadisteis: "Y si no le crucificas no eres amigo del César".

Pilato era asaz supersticioso, pero mucho más débil todavía y aquí se derrumbó ante vuestro chantaje. Aún así, apura hasta la última gota: manda traer agua y se lava las manos y dice en alta voz: "¡Inocente soy de la sangre de este Justo!" y todo el pueblo judío a coro ("universus populus" dice San Jerónimo en la Vulgata) gritó:
"Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!"

Entonces Pilato se lo entregó para ser crucificado. Él fue la pistola, cierto, pero vosotros la manejasteis por el chantaje, ebrios de ira y pasión, apuntasteis con ella y apretasteis el gatillo ¿y ahora queréis limpiaros ladinamente y mejorar vuestra imagen ante las naciones? ¿y es por esto que os estorba la Santa Síndone? ¡Esto es la quinta esencia de la hipocresía! Cuán bien os estigmatizó Jesús con aquellas palabras: "Sois sepulcros blanqueados por fuera, pero por dentro llenos de rapacidad e inmundicidad". Pero ¿no preferisteis al César como único rey vuestro? pues vais a ver cómo va a trataros este Rey:

DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN Y DISPERSIÓN DE LOS JUDÍOS

Voy a transcribir, en fiel traducción, un pasaje del historiador judío Flavio Josefo, testigo ocular de los hechos en el séquito de Vespasiano y Tito, en su obra "De bello iudaico".
Treinta años después, Tito pone sitio a la ciudad de Jerusalén. Parecía que todo el pueblo judío se hubiese encerrado en una cárcel. Y el hambre cebóse en la multitud con creciente furor y la miseria viose aumentada con la peste y epidemia mortífera. Lo que ordinariamente suele producir asco se devoraba con avidez: cuero viejo, heno podrido, excremento, etc. Los hombres arrebataban a las mujeres un bocado, las mujeres a los hombres, los niños a los padres, y las madres a sus tiernas criaturas y aun hubo madres que mataron al hijo de sus entrañas para devorar su carne, como hacen los escorpiones. Jamás ciudad alguna sufrió tanto -comenta Flavio Josefo- y nunca desde el principio del mundo hubo generación tan desenfrenada en crímenes. Las terrazas estaban llenas de mujeres y niños extenuados, las calles de ancianos pálidos, hombres y adolescentes andaban como sombras malicientas y caían como muertos. Ningún lamento se oía, ningún quejido rasgaba el aire y los que lentamente iban muriendo contemplaban con ojos rígidos y desorbitados a los ya muertos y les envidiaban sus suerte...

Al fin Jerusalén fue asaltada, la ciudad destruida y el templo incendiado (sólo quedó como recuerdo "el muro de las lamentaciones") dos días y dos noches estuvo ardiendo la ciudad, al tercer día todo era un montón de escombros bajo los que había un número incalculable de cadáveres. Era el 2 de septiembre del año 70 cuando Tito entró en la ciudad. Según F. Josefo más de un millón de judíos perecieron en el asedio y una infinidad fueron sacrificados: en un sólo día se crucificaban más de 500 judíos. El número de prisioneros fue incalculable y los romanos se los llevaron a Roma en calidad de esclavos. Desde entonces el pueblo judío anda disperso entre las naciones perseguido y despreciado de las gentes, sólo ávido de riquezas, encerrado en sus "ghetos", practicando la usura y esperando obstinadamente el utópico y absurdo reino terrenal mesiánico y sin poder ver, porque está ciego, que el problema del mundo es religioso, sólo religioso y esencialmente religioso y que, en tanto en cuanto el hombre se aparta de Dios, jamás hallará la paz.

Aquél César que los judíos tanto amaban terminó destruyendo el templo de Jerusalén en el año 70

EL ÚNICO CAMINO

¡Oh, pérfida Sión!, un día en el Calvario quisiste extinguir la Luz del mundo... y el pueblo judío quedó ciego. Hace 2000 años que vaga por el mundo, dando palos de ciego y coces contra el aguijón y sólo hallará la paz y podrá lavar su crimen siguiendo este camino, que es su sino histórico, que ya le señaló otro judío que también quiso extinguir la Luz del mundo, persiguiendo a los cristianos, pero quedó ciego en el camino de Damasco. Pero aquel judío era inteligente de verdad y con el corazón menos endurecido y con un fondo de nobleza y, en una opción de su libre albedrío, dio su brazo a torcer, contestando humildemente: "¿Que debo hacer Señor, que quieres que haga?". Y en el mismo instante la Luz del mundo le devolvió la vista y fue el gran Apóstol que evangelizó al nuevo pueblo que habría de sustituiros.

Una imagen de la conversión de los judíos hacia Cristo es la conversión de Saulo de Tarso (el futuro San Pablo Apóstol)
 
Jesús de Nazaret ya había profetizado la destrucción de Jerusalén y del Templo y la dispersión de su pueblo (profecía que se cumplió a la letra) pero añadió mucho más: "Vuestra casa quedará desierta, porque en verdad os digo que ya no me veréis más hasta que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor". Y este es vuestro sino histórico  y el único camino que os señala San Pablo en su Carta a los Romanos (Capítulo XI): "No quiero, hermanos, que ignoréis por más tiempo éste misterio, para que no presumáis de vosotros mismos, que el endurecimiento y rebeldía vino a una parte de Israel hasta que entre en la plenitud de las naciones. Y entonces todo Israel será salvo, según está escrito: vendrá de Sión el libertador para alejar de Jacob las impiedades. Y ésta será mi alianza con ellos cuando borre sus pecados".

El único camino para la salvación de Israel es aceptar que el Mesías que tanto esperan llegó, y su nombre es Jesús de Nazaret
TODA LA VERDAD SOBRE LA SÁBANA SANTA DE TURÍN
ARISTIDES R. VILANOVA
págs. 108,109,110.
Editorial Fundación San Pio X

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